Esta semana se ha publicado en la revista The Anatomical Record un estudio coordinado por Emiliano Bruner, responsable del grupo de Paleoneurología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en el que se analiza la distribución de los rasgos craneovasculares de cuatro poblaciones nativas del Holoceno superior en las regiones meridionales de Sudamérica.
La muestra incluye 70 cráneos, datados entre 200 años y 3.000 años, de poblaciones procedentes de cuatro regiones: Llanura pampeana (Buenos Aires), Andes meridionales (Salta), Patagonia central (Chubut) y Patagonia meridional (Tierra del Fuego). Los cuatro grupos no presentan diferencias sustanciales entre sí aunque, como se ha observado en otros estudios de craneología, los habitantes de Tierra de Fuego cuentan con una anatomía más distintiva.
Los resultados de este análisis indican que el tamaño o la deformación artificial del cráneo tienen efectos escasos o nulos en estos rasgos vasculares. Sin embargo, los cráneos americanos presentan diferencias con los cráneos europeos, mostrando redes vasculares posteriores más desarrolladas.
Los cráneos americanos presentan diferencias con los cráneos europeos, mostrando redes vasculares posteriores más desarrolladas
Estos vasos sanguíneos se ocupan de gestionar el flujo de sangre dentro de la cavidad craneal, regulando parte de la entrada y de la salida de la sangre. “Queda por determinar si las diferencias descritas se deben a factores casuales asociados al poblamiento americano o a influencias especificas del ambiente”, señala Emiliano Bruner.
En este segundo caso, podría tratarse de influencias fisiológicas, debidas a respuestas metabólicas individuales, o genéticas, asociada a adaptaciones ambientales. La altitud o el clima pueden ser factores importantes en este caso, si consideramos que se piensa que estas arterías y venas podrían estar implicadas en la regulación térmica de la cavidad craneal y del cerebro.
El trabajo, liderado por Stanislava Eisová del Museo Nacional de Praga (República Checa), ha contado también con la colaboración el Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Research (Austria).
Esta semana se ha publicado en la revista The Anatomical Record un estudio coordinado por Emiliano Bruner, responsable del grupo de Paleoneurología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en el que se analiza la distribución de los rasgos craneovasculares de cuatro poblaciones nativas del Holoceno superior en las regiones meridionales de Sudamérica.
La muestra incluye 70 cráneos, datados entre 200 años y 3.000 años, de poblaciones procedentes de cuatro regiones: Llanura pampeana (Buenos Aires), Andes meridionales (Salta), Patagonia central (Chubut) y Patagonia meridional (Tierra del Fuego). Los cuatro grupos no presentan diferencias sustanciales entre sí aunque, como se ha observado en otros estudios de craneología, los habitantes de Tierra de Fuego cuentan con una anatomía más distintiva.
Los resultados de este análisis indican que el tamaño o la deformación artificial del cráneo tienen efectos escasos o nulos en estos rasgos vasculares. Sin embargo, los cráneos americanos presentan diferencias con los cráneos europeos, mostrando redes vasculares posteriores más desarrolladas.
Estos vasos sanguíneos se ocupan de gestionar el flujo de sangre dentro de la cavidad craneal, regulando parte de la entrada y de la salida de la sangre. “Queda por determinar si las diferencias descritas se deben a factores casuales asociados al poblamiento americano o a influencias especificas del ambiente”, señala Emiliano Bruner.
En este segundo caso, podría tratarse de influencias fisiológicas, debidas a respuestas metabólicas individuales, o genéticas, asociada a adaptaciones ambientales. La altitud o el clima pueden ser factores importantes en este caso, si consideramos que se piensa que estas arterías y venas podrían estar implicadas en la regulación térmica de la cavidad craneal y del cerebro.
El trabajo, liderado por Stanislava Eisová del Museo Nacional de Praga (República Checa), ha contado también con la colaboración el Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Research (Austria).
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