Emiliano Bruner y Tim Schuurman, del grupo de Paleoneurobiología de homínidos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) acaban de publicar un artículo en la revista Journal of Anatomy, en el que estudian las relaciones espaciales entre cerebro y cráneo humano con análisis de redes.
Este método permite cuantificar el papel de cada elemento anatómico en función de su posición y del contacto con los otros elementos, ofreciendo un modelo para saber que regiones sufren vínculos evolutivos, así como de crecimiento o desarrollo, a raíz de la influencia de los elementos anatómicos cercanos.
Entre los elementos del cráneo el hueso esfenoide resulta ser el que presenta un equilibrio más complicado, mientras que entre los elementos del cerebro el giro parahipocampal es el que presenta vínculos espaciales más complejos. El hueso etmoides se confirma como elemento clave de la cara, el giro cingulado como puente entre las regiones anteriores y posteriores, y el hueso parietal resulta sufrir los efectos de múltiples elementos de la corteza cerebral.
“Estos modelos son interesantes en anatomía porque permiten indagar, a nivel tanto de evolución como de desarrollo, donde el cráneo moldea el cerebro, y donde es el cerebro el que moldea el cráneo”, señala Emiliano Bruner.
El análisis de redes se utiliza en muchos campos de investigación, y en neurobiología se emplea principalmente para investigar las conexiones cerebrales. Su uso en anatomía para investigar los equilibrios espaciales es bastante reciente.
En lo que atañe al cerebro, representa ya desde algunos años una línea de investigación del grupo de Paleoneurología, que ya ha publicado otros análisis con el mismo método sobre los elementos de la corteza cerebral, sobre los mapas citoarquitectónicos de Brodmann, sobre un modelo completo de cerebro, y sobre los bloques que forman su conjunto espacial.
Emiliano Bruner y Tim Schuurman, del grupo de Paleoneurobiología de homínidos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) acaban de publicar un artículo en la revista Journal of Anatomy, en el que estudian las relaciones espaciales entre cerebro y cráneo humano con análisis de redes.
Este método permite cuantificar el papel de cada elemento anatómico en función de su posición y del contacto con los otros elementos, ofreciendo un modelo para saber que regiones sufren vínculos evolutivos, así como de crecimiento o desarrollo, a raíz de la influencia de los elementos anatómicos cercanos.
Entre los elementos del cráneo el hueso esfenoide resulta ser el que presenta un equilibrio más complicado, mientras que entre los elementos del cerebro el giro parahipocampal es el que presenta vínculos espaciales más complejos. El hueso etmoides se confirma como elemento clave de la cara, el giro cingulado como puente entre las regiones anteriores y posteriores, y el hueso parietal resulta sufrir los efectos de múltiples elementos de la corteza cerebral.
“Estos modelos son interesantes en anatomía porque permiten indagar, a nivel tanto de evolución como de desarrollo, donde el cráneo moldea el cerebro, y donde es el cerebro el que moldea el cráneo”, señala Emiliano Bruner.
El análisis de redes se utiliza en muchos campos de investigación, y en neurobiología se emplea principalmente para investigar las conexiones cerebrales. Su uso en anatomía para investigar los equilibrios espaciales es bastante reciente.
En lo que atañe al cerebro, representa ya desde algunos años una línea de investigación del grupo de Paleoneurología, que ya ha publicado otros análisis con el mismo método sobre los elementos de la corteza cerebral, sobre los mapas citoarquitectónicos de Brodmann, sobre un modelo completo de cerebro, y sobre los bloques que forman su conjunto espacial.
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